Mártires de la Tradición 2025
Queridos carlistas:
Hoy celebramos nuestra festividad de los Mártires de la Tradición, instituida en el siglo XIX, y que hoy en pleno siglo XXI continúa estando vigente, siendo inspiración para nuestro compromiso con la sociedad.
Hace escasos meses tuve el privilegio de presidir una jornada memorable en Trieste, de la que guardo un imborrable recuerdo. Ante las tumbas de mis antecesores en la catedral de San Justo y las de sus leales en el cementerio de Santa Ana hice una reflexión que hoy adquiere todo su significado: Trieste representa la lealtad. Pero, como ya dije allí, se trata de una lealtad mutua, también la lealtad de la Dinastía a los españoles, a sus principios, a sus creencias, a sus libertades y a sus instituciones políticas y sociales.
Allí manifesté que, si pudiese elegir uno de los símbolos de un lugar tan representativo, sin duda sería el de la continuidad del Carlismo en el tiempo. La base de dicha continuidad es esa lealtad mutua, y desde que recibí de mi padre el testigo de la sucesión, siempre he manifestado que la fidelidad de nuestra Dinastía a las Españas, y a vosotros, queridos carlistas, es irrenunciable.
El Carlismo es una tradición que tiene sus raíces en la cosmovisión católica y en nuestras libertades concretas, por lo que nuestra mirada no debe limitarse al mero recuerdo nostálgico de un pasado lejano, sino que debe ser el compromiso vivo con una acción constante en favor de nuestros principios, en los cuales la persona es sagrada, cada familia es un pilar y cada comunidad es un espacio de crecimiento donde dichas libertades adquieren todo su sentido. Todas estas piezas no pueden estar aisladas y cada vez más enfrentadas entre sí por corrientes políticas en un tablero global, sino que estamos llamados a entendernos, porque somos parte de una gran familia histórica, cultural y espiritual.
Me he referido en varias ocasiones a construir un futuro que hoy día nadie está planteando: enfocar los retos del presente a través de la propuesta de cuatro pilares fundamentales: Dignidad del Hombre, Solidaridad, Bien Común y Subsidiariedad.
Hoy, como nuestros mártires en los distintos momentos temporales de nuestra larga historia, podemos ser luz en la oscuridad, convirtiéndonos en la voz de los que no la tienen, defendiendo a quienes no llegan a la plenitud de su libertad por el miedo de no llegar al mínimo sustento económico, y denunciando los excesos provocados por quienes, en el fondo, temen perder su poder.
Aunque la propaganda contraria y los intentos de silenciar la singular contribución que el Carlismo ha supuesto en defensa de los principios más básicos de la civilización han sido muchos, nadie nos puede arrebatar esta herencia. A este respecto, me llegan noticias sobre el intento de eliminar el Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, erigido con un sentido profundamente religioso y de reconciliación del pueblo español, testimonio de una Navarra ejemplar que supo ofrecer generosamente vidas y haciendas contra la opresión de los totalitarismos, y cuya construcción apoyó con entusiasmo mi querido abuelo Don Javier. Esto confirma que aún hoy el significado de nuestra causa está muy presente en quienes nos observan.
Nos corresponde a nosotros, aquí y ahora, poner mesura y cordura donde otros no quieren sino enfrentamiento y desunión, y, con nuestro propio ejemplo, hacernos dignos de los mártires que nos precedieron.
Queridos carlistas: que nadie nos diga que nuestras aspiraciones son cosa del pasado. Nuestra lucha es de siempre, porque la verdad, el bien y la justicia no tienen fecha de caducidad. El presente nos necesita y el futuro nos espera.
No quiero despedirme de vosotros sin tener un recuerdo por el Papa Francisco y pediros a todos que redobléis las oraciones por su salud.
Con Ana María y mis hijos Carlos Enrique, Luisa y Cecilia, os envío mis más afectuosos saludos esperando reunirme pronto con vosotros.
En La Haya, a 10 de marzo de 2025

