Palabras pronunciadas por Don Carlos en el Cementerio Monumental de Santa Ana, de Trieste, ante la tumba de los leales

Trieste, 9 de noviembre de 2024

Buenos días.

Más de treinta mil personas.

Ese es el número de carlistas que, según los historiadores, tuvieron que marchar al exilio en la Primera Guerra. Más de treinta mil carlistas que, por mantener la lealtad a sus ideales y a su Rey, sufrieron la penuria del destierro. El dolor y el sacrificio heroico de tener en muchos casos que dejar detrás a la propia familia y amigos.

Muchos de ellos ya jamás regresaron a su hogar.

Hoy estamos aquí ante veinticuatro de esos leales. Hombres y mujeres de toda condición social que quisieron mantenerse fieles a sus principios y que por eso ya nunca volverían a tierras españolas. Que acompañaron a sus Reyes al destierro y que se quedarían aquí para siempre.

Acabamos de venir de la catedral de San Justo, donde están enterrados, también en el destierro, muchos miembros de nuestra Dinastía. Porque el exilio, que lo han sufrido la Dinastía y los carlistas, se prolongó en el tiempo.

Os he dicho que los carlistas marcharon al exilio por mantener la lealtad a su Rey. Pero pienso que en realidad es mejor decir que se trata de una lealtad recíproca.

Porque los reyes carlistas también fueron leales a sus leales. Y ahí creo que reside una gran parte de la grandeza del Carlismo.

Hemos nombrado muchas veces este fenómeno como el Pacto Pueblo-Dinastía. Ese pacto que nos ha mantenido unidos unos a otros generación tras generación y vinculados a las generaciones anteriores, en una unión de ideales inquebrantable.  

¿Cómo no sentir emoción en este sagrado lugar, ante estos héroes?

Hoy estamos aquí, a orillas del mar Adriático, lejos de suelo español, ante veinticuatro carlistas de los que, gracias a Dios, conocemos sus nombres. Pero hay muchos miles más de los que nada sabemos, ni tampoco del lugar donde entregaron sus vidas en tierra extranjera.

Por todos ellos, por los veinticuatro que tenemos delante y por las decenas de miles de los que no tenemos noticia, Ana María, Carlos Enrique y yo queremos pediros, al igual que hemos hecho en la Catedral por los miembros difuntos de la Dinastía, que recemos una oración.

Padre nuestro…


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